martes, 3 de octubre de 2017

Una partida de ajedrez en el parque


Capítulo I (continuación)
Del libro Hacia la creatividad cuántica
Autora: Lilia Morales y Mori

Una partida de ajedrez en el parque

Mi primer contacto con el ajedrez fue a la edad de cuatro años. Mi madre, en compañía de una amiga y su hijo, nos había llevado a mi hermano y a mí, a dar un paseo por los jardines de la alameda, en la colonia Santa María la Ribera, ubicada en una zona de gran tradición y valor arquitectónico de la ciudad de México. Ellas se habían sentado en una banca mientras Alex y Memo jugaban un juego ya olvidado de canicas. Yo observé a corta distancia, a un par de personas que se encontraban enfrascadas, en una situación que me pareció completamente incomprensible.

Me aproximé a ellos, a pesar de las advertencias de mi madre de “no molestes a los señores”, aunque puedo asegurar que mi presencia pasó totalmente desapercibida. Ambos personajes, completamente abstraídos, permanecían inmóviles de tanto en tanto, hasta que alguno de ellos tomaba alguna pieza y la movía de lugar colocándola nuevamente sobre la base de madera, esta acción originaba un certero y peculiar sonido que hasta el día de hoy no he podido olvidar.

Pensé que tal vez de eso se trataba, me pareció un juego de sonidos donde cada pieza retumbaba con cierta sonoridad, según la fuerza que le imprimía cada jugador. Algo de eso debía ser cierto, porque supuse que las piezas de sonidos débiles iban perdiendo la batalla y debían salir del recuadro que las contenía. Sorpresivamente uno de los jugadores movió una pieza, gesticuló una extraña sonrisa y dijo: “jaque mate”. El otro personaje se quedó tan desconcertado como yo. Acto seguido, todas las piezas fueron retiradas de la base, que en un cerrar y abrir de ojos, se convirtió en una caja donde fueron a parar todas las piezas haciendo un enorme estrépito.
Pasaron varios días, cuando descubrí en el librero de mi casa una caja igual a la que había visto en el parque. Me trepé a una silla y con gran alegría me apoderé de ella. Me gustaba deambular por el pequeño departamento con la caja bajo el brazo. El ruido que hacían las piezas en su interior me fascinaba. Ocasionalmente colocaba las piezas sobre la superficie reticulada de dos colores y las movía golpeando con fuerza el tablero. La felpa verde bajo las piezas creaba un sonido seco y profundo, que me permitía según su intensidad, determinar que pieza daría el “jaque mate”.


Mi ingenua imaginación infantil, empezaba a dar origen a mi pertinaz capacidad creativa. No serían los juegos los que me atraparían inevitablemente, sino la creación de ellos. Algo que me favoreció en dicha empresa, fue mi carácter solitario, de tal modo podía compartir con mis amigos imaginarios muchas de las ideas, que a temprana edad fueron poblando mis rudimentarios pensamientos.

(Continuará) 

Nota: El índice de los capítulos de "Hacia la creatividad cuántica" se encuentra en el cintillo izquierdo del blog. 


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